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Gigi

14 de noviembre del 2018

Auto-evaluación

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Llegué queriendo ser bailarina al venir del mundo de la danza tradicional. Estaba interesada por explorar cómo a través del disfrute que sentía al bailar podía trasmitir a los demás algo valioso. Intuitivamente veía en el arte una oportunidad para ejercer un cambio social frente a mi entorno, pero no tenía claridad de cómo llevarlo a cabo. Me sentía como Alicia en el País de las Maravillas con incertidumbre, curiosidad y ganas de conocerlo todo.

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El ciclo básico creó una ruptura en mi manera de concebirme dentro del arte. Ya no era solo una ejecutante sino también una creadora que empezaba a enriquecerse de otros lenguajes y otras prácticas. El yoga, la actuación y la danza, abordadas desde el ballet y desde las técnicas contemporáneas, eran un reto para mí. Mi corporalidad al inicio estaba cargada de tensiones excesivas que hacían que mi movimiento fuera limitado y que mi desempeño en estas áreas fuera difícil. El cambio postural, la adquisición de fuerza y flexibilidad a nivel corporal, la liberación de tensiones innecesarias y hacerme más consciente de mi cuerpo hizo posible que se transformaran mis posibilidades de movimiento y a su vez, a mí misma. Esto evidenció que mi deseo de aprendizaje y mi disciplina eran el motor para ampliar mis posibilidades.

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Principios de Somática I y II le abrieron la puerta a la pregunta por mí misma en la práctica y en la acción. Fue una gran sorpresa y un punto de referencia muy importante para mí el descubrir que, aún después de haber bailado durante 9 años, nunca me había detenido a pensarme dentro de la danza; ni desde una escucha frente a mi uso en el movimiento ni como una fuente para la creación. Esto se vio reflejado en Principios de Puesta en Escena cuando por primera vez me vi confrontada con la creación. Sacar mi voz creativa y tomar decisiones frente a la composición me hacía sentir inestable e insegura. No podía trasladar esa validación propia que encontraba en la somática a la creación; no me concebía como fuente. Entender esto me tomó tiempo y causó varias dificultades en mi ciclo profesional.

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Durante el Ensamble de Creación Colaborativa me encontré con el valor del diálogo. Este como un espacio intersubjetivo en donde reside la potencialidad de la creación. Partir desde ese lugar posibilita la creación de puestas en escena desde nuestra experiencia y logra transformarnos. Estas herramientas se convirtieron en un eje central para vincular mi interés por lo social y la creación artística de carácter colaborativo. La dinámica de la clase consistía en poner en juego material personal para la construcción de una dramaturgia. Sentir que no tenía nada que aportar y verme limitada por mi experiencia me generó una frustración tan grande que mi escucha propia y grupal se disipó. Esto afectó negativamente mi presencia en escena. No lograba sentirme segura. Además, esta asignatura en la que tuve la oportunidad de estar durante tres semestres me permitió desarrollar bases actorales en las que a través del uso corporal y de movimiento puedo acercarme a la creación de un personaje y de una dramaturgia. Aunque es un lugar que queda abierto a profundizar, abrió una puerta para entender la danza misma desde una consciencia diferente por la acción y el modo de estar en escena.

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En este punto, la Técnica de Movimiento Somático y Feldenkrais me permitió explorar, mediante estos métodos, mi respuesta a los estímulos del entorno. Empecé a reconocer y a abrazar mis respuestas más inmediatas y a utilizarlas en función de mi aprendizaje. El Laboratorio de Anatomía Experiencial y el Semillero Soma me brindaron la oportunidad para investigar un hábito postural que estaba interfiriendo con un buen uso de mi sistema. Gracias a esto pude hacerme consciente de cómo el auto-reconocimiento es lo que me permite actuar dentro de un contexto determinado, sobre todo cuando mi respuesta usual no es la más adecuada. Hoy sé que puedo inhibir y regular mis acciones según mis necesidades. Por ejemplo, inhibir el hábito de juzgarme me permitió confiar más en mí y validar mi voz personal y creativa.

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Los laboratorios se volvieron fundamentales para explorar cómo darle curso a mis principales intereses. El laboratorio de Danza Tradicional fue una oportunidad para retomar este lenguaje dentro de la Carrera. Ponerlo en diálogo con este enfoque somático hizo una ruptura en mi manera de habitarlo, abriendo la posibilidad de nutrirlo desde mi experiencia y otros lugares. En el laboratorio de Dramaturgia de Movimiento puse en pesquisa mi visión de la danza tradicional, pero retándome a ir más lejos. Explorar colaborativamente la cumbia, descomponerla, resignificarla, analizar sus elementos y ponerla en diálogo con la voz, el gesto y la danza contemporánea me mostró que es allí dónde la tradición es un punto de partida para la reflexión, la creación y el encuentro donde reside mi gran interés como artista. Esta asignatura a su vez me llevó a cuestionarme en la tradición desde otros lugares creativos para nutrirla. La voz cantada, aunque es una habilidad que sigo desarrollando, abrió mis posibilidades para aportar a la creación desde una consciencia por lo musical y lo sonoro.

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El laboratorio de Trabajo Social en Artes Escénicas, durante mi último semestre, me ayudó a encaminar todo el proceso de aprendizaje que había tenido en mi Carrera. “Mi bailao, mi cuerpo y mi territorio” es el nombre del proyecto que llevé a cabo con niños y niñas en el norte de Bogotá. Abordar la danza y el movimiento desde el encuentro nos llevó a crear colaborativamente una imagen metafórica de nuestro cuerpo como un cuerpo territorial colombiano. Fue así como pude cambiar la noción de “transformar al otro”, con la que inconscientemente venía, por la convicción de crear contextos de encuentro que permitan una transformación conjunta.

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Asimismo, las Puestas en Escena fueron el punto de articulación que han permitido darles materialidad a mis reflexiones a través de la palabra. Aunque encuentro un gran potencial propio para investigar, la comunicación tanto escrita como hablada siempre han sido difíciles para mí. Poder organizar mis ideas y darles un hilo conductor para entenderme y hacerme entender es una práctica que he tenido que desarrollar. El uso constante de mi bitácora y asignaturas de puesta escena como Visión Somática y Cuerpo y Nuevos Medios me ayudaron a relacionarme con referentes teóricos que les daban nombre a mis ideas. Además, leerlos desde mi experiencia me permitió crear nuevas hipótesis y sentirme más segura para expresarme.

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Estas transformaciones, exploraciones y avances pude ir observándolas en mis áreas de Ensamble al verme más empoderada para escuchar esos estímulos creativos y poder ponerlos en diálogo con la construcción grupal. El Ensamble de Danza Contemporánea, en el presente año, me retó a proponer y a crear en grupo mientras asumía la responsabilidad de crear un solo para la escena a partir de la temática que estábamos desarrollando. Mis avances técnicos en danza contemporánea junto a un estilo propio cercano a las raíces tradicionales afro me permitieron estar segura en escena y construir algo más contundente para la dramaturgia del ensamble.  Finalmente, Ensamble de Danza Tradicional fue a su vez una oportunidad para terminar este proceso desde el lugar que me trajo aquí. Habitar esta experiencia me confrontó y me permitió asimismo reconocer la postura crítica que he desarrollado a lo largo de mi proceso de aprendizaje.

 

En este punto de mi Carrera puedo reconocer que he logrado vincular la danza y el movimiento con una visión somática para generar un diálogo colaborativo. Y que las herramientas que me ha dado la Carrera me han permitido aterrizar mis intereses y ampliarlos al abrirme la puerta a otras prácticas que me ayudan a entenderme como una artista escénica más integral. Esto le da una ruta a mi apuesta social desde la creación y el trabajo social. Lo que viene es seguir profundizando en el campo artístico comprometido socialmente para afinar cómo aterrizarlo cada vez más a las necesidades de este contexto colombiano.

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